Ir al contenido principal

Un corral.

¡Qué gran color! ¡Qué lindo! ¡No me gustan los cuadrados! ¡Sácale el titulo!
 Acá doy inicio a mostrar lo que hace mucho tiempo es un proyecto personal, escribir. Me ayudó en muchas situaciones a expresar, aquello que en palabras era difícil. Y después entendí que me gustaba. Historias propias, ajenas, crónicas, microrelatos y hasta un hermoso proyecto de libro.
Los planetas se alinean y me encierro a escribir. Me gusta. Me leen. Me recomiendan libros.              Necesito una imagen, pero no la encuentro, no le encuentro título. Es espantoso todo.

Agarro el celular, pido ayuda. Apa!

¡Bienvenidos, nos construimos mientras hablamos!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vagabundo, pueblo y tango.

“Era más blanda que el agua, que el agua blanda, era más fresca que el río, naranjo en flor”, se oía recitar a Vitalino Suárez, un vagabundo, de no más de 65 años, desprolijo, con una cabellera que le tocaba los hombros color gris, en la parada del colectivo más cercana a la estación del tres. El curita, como muchos lo recuerda llegó a Estación Chapadmalal con su padre y un hermano, de adolescente y se instalaron en las cercanías de la vieja escuela. “Vitalino siempre fue un chico raro”, comenta Cristina, la esposa del Secretario del club. “Dicen que cuando era chico, salía de su casa en bicicleta hacía la escuela cuando llegaba, se volvía y la guardaba en su casa y aparecía caminando”, agrega. Los ataques de locura, que a medida que fue pasando el tiempo aumentaron, muchos los recuerdan con gracia es que nadie duda que Vitalino fuera una persona de valores, educada y con una capacidad superior, era autodidacta. Los primeros trabajos que realizó fueron como yesero, hizo labores e...

¿No era lo que querías?

          No quería dejar de verla. No quería tener sexo. No quería compartir todos los domingos. No quería su proyecto de vida. No quería dejarla. No quería soltarla. No quería ser novio. No quería ser amigo. No quería que el reclamo. No quería la pelea. No quería la distancia. No quería el amor. No quería que lo dejara. No quería que lo abrazara. No quería que llorara. No quería la risa, ni el mate de la mañana. No quería la brisa del mar, no quería el frío de la montaña. No quería el viento. No quería sus besos. No quería soltarla. No quería otro amante. No quería dejar de penetrarla. No quería cuidarla. No quería la luz, ni la película. No quería lo cielos. No quería verla. No quería quererla, no quería.
Manos. Unas amigas, a lo lejos, se hacen las manos y mandan fotos. Otra usa sus manos para hablar con ese chico que dejó hace un tiempo pero todavía ama. Y las manos mas lindas abrazan la teta de su mamá, a la que acaba de conocer. Las manos de mi mamá y las de mi abuela también se tiñen de esmaltes y tocan barro. Miran la luna y sanan.  Las de los hombres de mi familia son gruesas, de trabajo sacrificado. De piedra y ladrillo. De uñas gruesas y de dedos mochos. Las manos de los que aman, dejan moretones en la cadera y llenan de abrazo el despertar.  Las manos de mis hermanos son jóvenes, ilusionadas y expectantes. Brillan sin cremas, alegran días ajenos y conectan en la virtualidad de la pandemia. Las manos de mi sobrino, son perfectas. Mis manos, le hacen sana sana a una niña con una espina.