Ir al contenido principal

Cuatro

Pedro falleció en el feriado de carnaval.  Lo vi agonizar mientras todos en casa desayunaban. Mis vecinos preparaban sus trajes para el show de la comparsa, había fiesta esa noche.
Pedro, mi perro, agonizaba. Mi hermano intentó sacarlo para que muera al sol: era carnaval, nadie debe morir en carnaval.
Me acuerdo del día en que Pedro llegó. Era el cumpleaños del hermano mayor de mi abuela, Pedro Díaz. Un tipo fantástico al que yo adoraba, siempre me contaba historias sobre cómo nuestro bisabuelo vino a Argentina.  
Mi papá llegó con promesa de un pincher enano y terminó siendo un enorme perro, muy similar un foxterrier.
La última vez que enterré a un perro, fue una noche horrible. Habían envenenado como a  diez en el barrio y Baltazar fue uno de ellos. Policías, denuncias y vecinos. Mi casa fue el centro de operaciones, nosotros éramos muy chicos. Al parecer habían dejado bolsas de comida con veneno por todos lados. Era peligroso para quienes solíamos estar todo el día en la calle jugando.
El último saludo a Baltazar lo hice con un guante de esos que papá usa para sacar la parrilla del fuego. Son gruesos y ásperos. Lo pasé varias veces por su pelo negro, en el galpón de mis abuelos. No se lo pregunté, pero creo que a mi papá le daba miedo el contacto, por el veneno. Estábamos tristes, pero podíamos estarlo porque no era carnaval.

Comentarios

  1. Borgata Hotel Casino & Spa - JT Hub
    Borgata Hotel Casino & Spa is located just off of 서귀포 출장안마 I-395 in 전주 출장안마 Atlantic 과천 출장안마 City. The hotel features a full-service spa, 하남 출장안마 as well 과천 출장안마 as a restaurant,

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Vagabundo, pueblo y tango.

“Era más blanda que el agua, que el agua blanda, era más fresca que el río, naranjo en flor”, se oía recitar a Vitalino Suárez, un vagabundo, de no más de 65 años, desprolijo, con una cabellera que le tocaba los hombros color gris, en la parada del colectivo más cercana a la estación del tres. El curita, como muchos lo recuerda llegó a Estación Chapadmalal con su padre y un hermano, de adolescente y se instalaron en las cercanías de la vieja escuela. “Vitalino siempre fue un chico raro”, comenta Cristina, la esposa del Secretario del club. “Dicen que cuando era chico, salía de su casa en bicicleta hacía la escuela cuando llegaba, se volvía y la guardaba en su casa y aparecía caminando”, agrega. Los ataques de locura, que a medida que fue pasando el tiempo aumentaron, muchos los recuerdan con gracia es que nadie duda que Vitalino fuera una persona de valores, educada y con una capacidad superior, era autodidacta. Los primeros trabajos que realizó fueron como yesero, hizo labores e...

¿No era lo que querías?

          No quería dejar de verla. No quería tener sexo. No quería compartir todos los domingos. No quería su proyecto de vida. No quería dejarla. No quería soltarla. No quería ser novio. No quería ser amigo. No quería que el reclamo. No quería la pelea. No quería la distancia. No quería el amor. No quería que lo dejara. No quería que lo abrazara. No quería que llorara. No quería la risa, ni el mate de la mañana. No quería la brisa del mar, no quería el frío de la montaña. No quería el viento. No quería sus besos. No quería soltarla. No quería otro amante. No quería dejar de penetrarla. No quería cuidarla. No quería la luz, ni la película. No quería lo cielos. No quería verla. No quería quererla, no quería.
Manos. Unas amigas, a lo lejos, se hacen las manos y mandan fotos. Otra usa sus manos para hablar con ese chico que dejó hace un tiempo pero todavía ama. Y las manos mas lindas abrazan la teta de su mamá, a la que acaba de conocer. Las manos de mi mamá y las de mi abuela también se tiñen de esmaltes y tocan barro. Miran la luna y sanan.  Las de los hombres de mi familia son gruesas, de trabajo sacrificado. De piedra y ladrillo. De uñas gruesas y de dedos mochos. Las manos de los que aman, dejan moretones en la cadera y llenan de abrazo el despertar.  Las manos de mis hermanos son jóvenes, ilusionadas y expectantes. Brillan sin cremas, alegran días ajenos y conectan en la virtualidad de la pandemia. Las manos de mi sobrino, son perfectas. Mis manos, le hacen sana sana a una niña con una espina.